Artes

Las artes de lo natural


Puede parecer que las ideas de “arte” y “naturaleza” se contraponen. De hecho, durante prolongadas etapas del pensamiento filosófico occidental, se han visto como cosas diferenciadas. Y diferenciadas, quizá, hasta el extremo de verse como opuestas. Sin embargo tal cosa debe ser superada ya que, -a mi entender-, al pensar así estamos ante un modo de visión del mundo erróneo : el hecho de que el ser humano, (e incluso seres que están cerca de ser casi humanos pero no lo son), sea capaz de fabricar objetos producidos por medio de un “artificio” (palabra ésta, “artificio”, de naturaleza compuesta : arte + facere, que es “hecho o fabricado con arte”) no invalida esta otra realidad : las nociones de “arte” y “naturaleza” no sólo no se oponen, sino que se mueven en esferas semánticas que pueden llegar a complementarse.

Pero, atención : no pasemos a los conceptos de “lo natural” frente a “lo artificial”, pues ahí entramos en realidad en otro orden de cosas. Ahí, en verdad, nos movemos en una esfera de nociones diferentes, distintas, esfera no coincidente con aquella otra donde sí puedan contenderse las ideas de “arte” y “naturaleza”. Piensen con detenimiento lo que acabamos de decir, y verán que cuando decimos que una cosa “no es natural”, o que tal o cual conducta u objeto es algo “artificial”, hemos dado un salto mental de una dimensión semántica, a otra muy diferente.



Y piensen más allá de eso : hay algo que podemos llamar “el arte de lo natural”, donde lo que tengamos frente a nosotros, ya sea un objeto, una idea, un paisaje o algún otro modo de ser, contenga en sí tanto lo que se llama “arte” como lo que se puede y debe llamar “naturaleza”. Fíjense en esto : hasta tal punto lo natural puede fundirse con el arte, con las cosas hechas ya por el hombre con un dado sentido artístico, que algo tan natural como una puesta de sol llega a dar lugar a un movimiento pictórico de tan amplias resonancias como es el impresionismo : la contemplación de una puesta de sol (o quien sabe si de centenares de puestas de sol…) hace que en el subjetivismo estético de un pintor nazca, primero un cuadro, y a partir de ahí, todo un movimiento artístico.

Porque, ¿acaso el mismo ser humano, el hombre como especie, no es en sí una amalgama de naturaleza y arte, ambas cosas complementándose mutuamente? ¿Acaso lo feo, lo hermoso, lo digno, lo horrible, lo espantoso, lo sublime…, no son “cosas” que están en nuestra naturaleza antes de estar representadas en obras hechas con tal o cual dosis de arte? Ese cuadro que se llama “Saturno devorando a sus hijos” (y que hay que entender, me digo yo, desde la mitología y en el seno de un determinado movimiento histórico-artístico), ¿es “atractivo” o puede resultar “repulsivo”? Esto, por poner sólo un ejemplo, entre otros muchos más : la misma Crucifixión, sin ir más lejos.




El arte de lo natural es algo así como un don, una cualidad, que puede estar presente o no estarlo, que puede “adornar” la manera de ser de las personas o, por el contrario, estar absolutamente ausente de ellas. Dicho lo mismo de otro modo : la naturalidad es un arte en sí, o puede llegar a serlo.

Y esto que digo tan es así, (creo yo), que puede darse el caso de que algo o alguien “naturalmente feo” llegue a resultar atractivo, en tanto que algo “rebuscada, artificialmente bello”, nos repela íntimamente. Me pregunto si no será que en el fondo de todo late un no sé qué que nos arde adentro, y que nos dice, sin palabras, : “esto, esto sí”, y también :  “esto otro no, no : ¡de ninguna de las maneras!”

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